El llorón del Crótatas
Por ponerse de sapo a oír lo que no debe, Crótatas, el jueves en la noche que fuimos a hacer compras, enfureció luego de “patearse” a dos amigas que mientras llenaban los carritos de cuanta vaina encontraban, hablaban sobre el terrible costo que hoy significa traer hijos a este uribista mundo. Después de tomarse una limonadita de mango su furia se tornó en preocupación y, con todo el sentimiento de su corazón, me preguntó: ¿Yo te cuesto mucho?
Lo primero que me nació fue darle un abrazo fuerte, muy fuerte, con lo cual le di la oportunidad de limpiar sus endulzados labios en mi camisa. Superado este incidente, lo invité al estudio donde había guardado un escrito que alguien, tal vez un vidente, me envió hace pocos días. Crotaticas, le dije, es cierto que un hijo vale un montón, es más, se calculó en $139.190.400 el costo que para un padre de clase media tiene un hijo nada más hasta los 18 años. “Por favor no sigas, de ahora en adelante endulzamos el tetero con panela y cómprame pañales de tela, no más desechables”, dijo sollozante.
Tranquilo Crot, no es para tanto, le dije y le pedí oír atento lo que a cambio de ese dinero recibimos los papitos y las mamitas. Tomé el escrito y le leí lo siguiente: “Por ese dinero ganamos el derecho a poner nombres: primer nombre, segundo nombre y dos apellidos. También risitas bajo las sábanas todas las noches, lo que usualmente nos despierta más amor del que nuestros corazones pueden soportar. Igualmente, recibimos miles besos de mariposa, abrazos de oso y una mano para sostener, normalmente untada de mermelada. Un compañero para hacer burbujas, cometas volantes, construir castillos en la arena e ir saltando por la acera mientras llueve a cántaros. Por ese dinero tenemos permiso para pintar con los dedos, jugar al escondite, capturar insectos y volver a creer en milagros”.
La cara de crotaticas cambió, ya sonreía y sus ojos brillaban. “Eso es lindo, muy lindo” comentó y terminó con un hermoso “ya no me siento tan mal por hacerte gastar tanto”. Le pedí no emocionarse porque le dolería la panza y que más bien oyera lo siguiente: “Por ese dinero nos dan la posibilidad de ser héroes sólo por recuperar una pelota del techo, por quitar las ruedas de la bicicleta, por sacar una astilla, llenar la piscina inflable y adiestrar un equipo de fútbol que nunca gana, pero siempre logra como premio un helado. También conseguimos asiento en primera fila de la historia para ser testigos del primer paso, la primera palabra, el primer diente, la primera cita, la primera oración y la primera vez en cine”.
El Crótatas llorón apareció de inmediato y me abrazó de nuevo, esta vez para limpiar en mi pecho su nariz. Pero no importa porque “ante los ojos de su hijo usted está en el mismo escalafón con Dios, tiene todo el poder para sanar un llanto, espantar los monstruos que están bajo la cama, remendar un corazón roto, vigilar una fiesta, ponerlos siempre sobre la tierra y amarlos sin límites, de forma tal que un día ellos amen, como usted, sin tomar en cuenta el costo.”
N. del A.: Esta columna se escribió el 8 de enero de 2003
Hombre… excelente. Siga averiguando Quien es, porque así, por lo menos yo, sigo aprendiendo algo. Gracias
Comentario en Twitter de Margarita Valencia @mmvanut
Qué hermosura. Me fui de lágrima y todo. Gracias!!!
Saludos Crotatas… hijos….. hijos del alma.
Comentario en Twitter de @gonzalojd71
Amigo Jairo gracias. Le llamo amigo porque quien escribe con tanta sensibilidad y sensatez es mi amigo así no nos conozcamos en persona.
Gracias, Gonzalo, por el honor que me hace al considerarme su amigo