Nosotros, la gente de bien
Ayer nada más, en La W, una señora poseída por una fuerza sobrenatural que se advertía claramente en su voz destemplada, presa de una excitación cercana al clímax que quizás nunca tuvo y apelando a su condición de docente, lo que, como veremos, hace más grave su testimonio, se declaró perteneciente a esa clase tan colombiana que se conoce como ‘la gente de bien’, una especie de casta que ostenta, según ellos, el summum de las virtudes humanas y sobrehumanas, y según los demás, una clase que tiene tras de sí el rastro de las mayores infamias cometidas en aras, precisamente de eso, de la defensa de la clase suprema, la de ‘la gente de bien’.
Esta señora comenzó su perorata con la frase ‘nosotros, la gente de bien’ y de esa herrumbrosa aldaba colgó las fustas de ese discurso uribista con el que están fundiéndose los cimientos de la nueva violencia en Colombia, la de la gente que reclama el derecho a excluir a los demás, la de la gente que no acepta ceder ni un milímetro de los privilegios que por siglos los ha puesto por encima del bien y del mal, pero, sobre todo, por encima de la ley y por debajo de lo peor de la especie; esta señora, que no importa quién es pero se siente tan importante, reclamó el edén para Andrés Felipe Arias, un corrupto consumado y condenado, que para ella es solo un patriota sobre el que cayó la bota comunista que poco a poco copa este país raído y mancillado por jóvenes, homosexuales, guerrilleros y descreídos que promueven prácticas apocalípticas como la libertad, la igualdad, la fraternidad, la equidad, el respeto y otros endemoniados inventos patrocinados por el papa libertino que vino de Roma.
Esta señora encarna, sin saberlo -y mientras se cree lo contrario-, lo peor de esta hora de ahora que vive el país: el odio heredado y heredable, el rencor sin límite, la justificación del delito por la clase social, la impudicia moral permitida mientras se guarden las apariencias, la indolencia, el desprecio sempiterno por el prójimo y tantas otras roñosidades criadas en los rincones más oscuros de la historia colombiana.
Y al superar un instante la repulsión por lo oído, comencé a sentir un júbilo sin nombre al saber que yo no pertenezco, ni pertenecí, ni voy a pertenecer jamás a la clase de ‘la gente de bien’, sino que tal vez yo soy muy de otra clase, la de los libérrimos, los que amamos al prójimo, sobre todo al caído, al más necesitado, al excluido, el marginado, el humillado. Yo soy de esos indeseables que es feliz viendo el amor reflejado en el rostro de una familia con niños, así tenga dos mamás, o dos papás. Yo soy de esa clase de gente que sufre con el dolor ajeno, que rechaza los privilegios, que prefiere una conciencia limpia a los bolsillos llenos de plata y bazofia.
Y al final pensé que este país sigue siendo el de los millones incontables de nosotros, los heroicos, los libertinos, los desquiciados, los imperturbables nosotros que encontramos la forma de ser felices a pesar de todo el mal que hace ‘la gente de bien’.
Fort Lauderdale, septiembre 29 de 2017
Magnífico Crotatas,, la gente común es la que siempre ha sacado este país adelante y cada día se va a expresar con más decisión. Un abrazo, adelante
Bien, Hernán, y esa tarea hoy es más importante que nunca. ¡A este hermoso país lo vamos a sacar adelante!
Felicitaciones Jairo, excelente articulo, me encanto eso del papa libertino que vino de Roma, ojalá sirva lo que dijo ese papa para entender porque esa ” gente de bien ” están tan equivocados, ese discurso que mencionas le hace mas daño al país que la violencia que afortunadamente estamos a punto de exterminar.
Gracias, Eduardo. Las mentiras, los montajes, han logrado que se inviertan los valores en un porcentaje muy alto de personas. Debemos enfatizar en esto, llamar las cosas por su nombre y esparcir la semilla de la buena voluntad, de la ética, de la palabra correcta y bien intencionada para ayudar a hacer claridad en quienes todavía están en la oscuridad. Un abrazo
Don Jairo, ahora compruebo que, como dicen en Cabecera, la alcaldía está repleta de ‘gente de bien’… o a alguien le cabrá alguna duda de que ‘el ingeniero’, sus ‘asesores’ y ese montón de burócratas estrato seis son, sin tacha, ‘gente de bien’.
¿Gente de bien? Por esta gente Colombia hoy ostenta en grado sumo el país más desigual y corrupto del mundo, no han permito que gente mejor lleven al país a un mejor mañana.
Tampoco soy de esa “gente de bien” y me alegra saber que formo parte de esos millones de heroicos, libertinos y desquiciados.
Gran columna!
Me siento orgullosa de no ser “gente de bien”. Así normalita no más es mejor. Muy buena reflexión, como siempre
Jairo: A esa señora que aludes y que se autoproclama como “gente de bien….° se le podría aplicar aquella máxima que dice : ” dime de que presumes y te diré de qué careces”. Al rompe deja conocer el calibre de una conciencia poco evolucionada.
Comparto su apreciación yo tampoco pertenezco a esa ralea.
Muy buenas reflexiones,muchos los que se creen “gente de bien” son los que han venido saqueando las arcas públicas por años y años,causantes en gran medida de la violencia y de tantas desgracias humanas pensando que los nuevos tiempos de justicia y paz los van a sacar de su ” zona de comfort” para utilizar una de las frases tan manoseadas hoy .