“Esta leyenda volvió a levantar a Colombia, sacó a sus compañeros de las ruinas en donde habían quedado por una mala noche y por la posterior andanada de unos compatriotas que más parecen enemigos“

La historia dirá que un martes 10 de octubre de 2017, en Lima, ante algo más de 50 mil personas, la Selección Colombia empató a un gol con la del Perú y eso le significó su cupo directo al Mundial Rusia 2018.

Lo que pronto quedará en el olvido es que ese grupo de muchachos, que tantas alegrías nos ha dado y que muchas veces nos ha hecho sentir más colombianos que el café caliente en una mañana brumosa, había terminado, apenas cinco días antes, destrozado, dolorido y avergonzado, luego de perder ante Paraguay un juego que tenía ganado, lo que convirtió una segura clasificación al mundial en una incertidumbre absoluta.

Desde esa fatídica noche, como todas las tardes y noches cuando se pierde, aparecieron en la cancha de la ignominia los más preclaros periodistas deportivos y miles de sabios en las redes sociales, a descalificar y ridiculizar a técnicos y jugadores, menoscabar sus prestigios, pedir sus cabezas, sus piernas y su olvido.

Quienes estuvieron cerca de los jugadores cuentan que esas violentas y despiadadas críticas, sumadas al miedo de quedar eliminados y a la vergüenza por quedarnos mal, se apoderó de tal forma de ellos que los directivos de la federación de fútbol tuvieron que buscar a un experto en motivación para levantarles el ánimo, devolverles la confianza y fijarles de nuevo el objetivo.

Carlos Páez, un chileno que sobrevivió hace 45 años al mítico accidente aéreo en las cumbres nevadas de su país, fue el encargado, ya cuando estaban en Perú, de esta tarea y de lo que contó a los medios resalto que a pesar de haberlos encontrado abatidos, sintiéndose culpables y con miedo; a pesar, también, de que todos ellos ya tienen mucho dinero, los encontró humildes, receptivos y dispuestos a hacer lo necesario para salir del negativo estado en que se encontraban.

Destacó Páez la participación de Falcao en su charla, nuestro gran capitán, el hombre que con sus goles nos llevó al mundial de Brasil 2014 pero que por esos infortunios de la vida tuvo una lesión que no le permitió jugar y que por poco lo hace retirar del fútbol.

Radamel Falcao, sin duda alguna, es otro sobreviviente a los golpes de la vida que gracias a su fuerza interior, a sus convicciones, a su inteligencia, a su férrea voluntad y a su mentalidad inquebrantable en conseguir los objetivos que se propone, ya trascendió los estándares normales para convertirse en leyenda.

Pues bien, esta leyenda volvió a levantar a Colombia, sacó a sus compañeros de las ruinas en donde habían quedado por una mala noche y por la posterior andanada de unos compatriotas que más parecen enemigos, y los llenó de confianza en sí mismos para que el país y el mundo vieran en la cancha del estadio Nacional de Lima a un grupo de colombianos humildes, talentosos y decididos a desplegar un juego casi perfecto que nos valió la clasificación y a él, a Falcao, alcanzar el sueño de mostrar toda su clase en un campeonato mundial de fútbol.

Todo esto pasó, pero el gran capitán, fue más allá. Cuando supo que la suerte ya estaba echada, actuó en la cancha como amigable componedor y firmó con los hermanos peruanos una paz que seguramente les permitirá acompañarnos en la gran fiesta de Rusia 2018.

Por todo lo hecho, levantar un país que dejaron en ruinas sus mismos compatriotas, me atrevo a expresar lo mismo que Félix de Bedout en un reciente tuit: ‘voto por el que diga Falcao’.

Bucaramanga, octubre 13 de 2017