“El régimen necesita que la política sea sucia porque es la manera de conseguir la amplia gama de complicidades que se necesitan para mantener su predomino”, Álvaro Gómez Hurtado

Nuestra democracia es un sistema corrupto, integrado y dirigido en los círculos del poder por los menos preparados, por los que no sirvieron para nada más, por los que no saben nada útil y que, para llegar a la cima o para recibir migajas, están dispuestos a arrastrarse, a mentir, a robar, a matar, a cohonestar con delincuentes de toda índole, haciéndose los ciegos, los sordos y los mudos ante los desmanes de los que están por encima de ellos.

En Colombia, la corrupción va desde el que vende aguacates, hasta el presidente; está presente desde la junta de vecinos de la calle en que vivimos, hasta el congreso; la practican desde la señora de los tintos en el juzgado, hasta el fiscal general; la exhiben desde el que vocea periódicos en las esquinas hasta los periodistas insignia y corre desde el mendigo que pide limosna en el semáforo, hasta el dueño del banco más poderoso del país.

Con este sistema, y en este país, creer que una persona con su voto puede elegir algo mejor, es una completa ingenuidad porque los votos de la gran mayoría se compran y si esto no alcanza, se compra la elección, y si esto tampoco funciona, se compra al que salió elegido para que renuncie y llegue el que tiene más plata, o más influencia, o menos principios, o …

Y llegan a las corporaciones públicas, las que sean, a robar para recuperar lo gastado y lo que tendrán que pagar en jueces y fiscales para que no los juzguen, para que les dejen precluir sus investigaciones, para que les den una pena baja con casa por cárcel y, luego, puedan salir libres, pavoneándose, y becados hasta en la próxima vida.

Este país no cambiará a menos que cambie el sistema, se acaben los partidos políticos, y, con ellos, los políticos. ¿Por qué, para elegir a alguien para un cargo público, se necesita que pertenezca a una banda criminal de estas? ¿Existe alguna posibilidad de que un científico, un sabio, una persona experta y decente llegue a un cargo por elección teniendo que engrosar las filas de un grupo mafioso? Y si por esas cosas increíbles que a veces pasan, lo logran, ¿qué podría hacer una persona decente rodeada de cientos de corruptos que todo lo aprueban por mayoría… por la mayoría de los corruptos?

Mientras lo que acredite para poder ser elegido sea formar parte de un siniestro grupo, y no los méritos, seguiremos cayendo en picada. Una persona de bien, un científico, un humanista, un verdadero experto, jamás formará parte de un partido político porque es algo que no está en su naturaleza, el no prometerá falsedades que no puede cumplir y, entonces, seguiremos en manos de falsos y mediocres, como los que hasta ahora nos han gobernado en representación de grupos y partidos políticos.

Este sistema tiene todo patas arriba, sumió en la agonía presupuestal a la educación, a la ciencia, al arte, al deporte y al humanismo; desplazó a la infinita nada a las personas de bien, a los capaces y expertos, y, en cambio, permite que cualquier gamín (con el perdón de los señores gamines), por el solo hecho de tener mayoría de edad y pertenecer a una mafia política, pueda llegar a dirigir el país sin importar siquiera el prontuario que tenga.

“Hay que tumbar al régimen”, dijo Álvaro Gómez Hurtado, y lo asesinaron.

Bucaramanga, octubre 27 de 2017