“Debo decir que no puedo estar de acuerdo con las feministas extremas y reitero mi convicción de que la mujer nunca será igual al hombre…”

El manifiesto de las artistas francesas, en el que defienden la seducción y la galantería de los hombres y con el que tratan de frenar el ´puritanismo´ desplegado por las mujeres estadounidenses a través de la campaña conocida como #MeToo, se regó como pólvora por el mundo y provocó fuertes reacciones entre las feministas, especialmente las de la misma Francia, que acusan a las artistas de banalizar la violencia sexual y “despreciar de facto a millones de mujeres que sufren o han sufrido este tipo de violencia”.

No ceo que las artistas quieran hacer de la violencia sexual un juego ni que desprecien a sus sufridas congéneres. Lo que pasa es que la extrema derecha feminista, el #MeToo, está llevando las cosas a un punto indeseable que pone en grave peligro su misma lucha porque eso de que toda conducta de relación de los hombres hacia las mujeres se convierta en un intento de algo indebido, hará que todo deje de ser indebido. En términos más nuestros, pasará que como todo es delito, nada es delito.

Puede suceder también que, si los hombres nos asustamos con la fuerza del #MeToo y de todas sus aliadas, peligre la existencia de la especie humana sobre el planeta azul. Si no podemos, siquiera, piropear ni galantear a las mujeres porque nos cae la fiscalía acusándonos de depravados, ellas terminarían cosificadas porque tendríamos que tratarlas como equis o ye, sin importar si son mujeres o no. Esto sería un desastre, el fin de la civilización, porque terminarían para siempre los encuentros de Marte con Venus y los acoples perfectos del cóncavo y convexo.

Al paso que vamos, lo que se llamaba liberación femenina -y que tenía una lucha con mucho de razón y fundamento-, se va a convertir en uno de los casos más patéticos de coartación a la libertad de pensamiento y de expresión. Si hablamos los hombres, lo menos que recibimos es el calificativo de degenerados, y si, como dicen las artistas francesas, son mujeres que piensan distinto a las radicales, tampoco pueden expresarse sin sentir que van a ser matoneadas.

Pienso que la violencia en todas sus formas es indeseable y síntoma inequívoco de debilidad evolutiva y genética de quien la ejerce, que solo ve en ella la forma de exhibir el poder, mantener sus feudos, dominar a sus semejantes, satisfacer sus bajos instintos o alcanzar sus ambiciones. Esto lo digo para que quede claro que, de ninguna manera, apoyo violencia alguna contra nada ni contra nadie incluyendo, obviamente, a las mujeres.

Debo decir, también, que no puedo estar de acuerdo con las feministas extremas y reitero mi convicción de que la mujer nunca será igual al hombre… la mujer es mejor. Ellas producen vida, ellas son capaces de dar más amor, son más serenas, centradas y capaces de esperar; también son delicadas, atentas a los grandes y, sobre todo, a los pequeños detalles.

Las mujeres son más compasivas, comprensivas y dulces. Dicen los orientales que no es suficiente ganar dinero, no es suficiente llegar a tener éxito en el mundo; es más necesario un bello hogar, y las mujeres tienen la capacidad de transformar cualquier casa en un hogar. Ellas lo pueden llenar de amor; ellas tienen esa sensibilidad.

Ojalá que esta locura pare, que comprendamos que la violencia no es el camino para nada bueno y que hombres y mujeres volvamos a ir de la mano sabiendo que no somos iguales sino únicos y complementarios.

Bucaramanga, enero 12 de 2018