LOS CORRUPTOS SOMOS NOSOTROS
“Allí, en ese lugar y en esos instantes, sabremos, sin ninguna duda, cuál es nuestra conciencia social y cuál es nuestro real compromiso con la vida. ¡No habrá corruptos si no votamos por ellos!”
Creo que la gran mayoría de nosotros estamos de acuerdo en que el problema más grave que nos aqueja a los colombianos es la corrupción. En todas las regiones del país, todos los días y en todos los niveles, vemos que los políticos, los contratistas del Estado y muchos de los servidores públicos, promueven y aceptan sobornos, son especialistas en tráfico de influencias y expertos en peculados.
Esta corrupción se mantiene, se acrecienta y se hace imposible de erradicar, porque tenemos una fatal conjunción de causas. En primer lugar, está la impunidad. Una justicia dominada por los más ambiciosos grupos políticos que son quienes determinan cuándo, cómo, por qué y quiénes, deben ser castigados o absueltos. Los códigos penales, las normas jurídicas, pasaron a ser adornos que se exhiben o se esconden según los siempre oscuros intereses de los jefes políticos.
Ayudan, además, a la corrupción, el desempleo, los bajos salarios y la falta de oportunidades que se presenta por el bajo grado de desarrollo del país y por la concentración de poder en muy pocos grupos.
Otros ingredientes de la corrupción son el bajo nivel educativo de la comunidad y, sobre todo, la falta de conciencia social y de compromiso con una sociedad mejor, con un juego limpio, con una ética sana, con unos principios nobles. Estas últimas causas son las más importantes de eliminar, no podemos pensar en terminar con la corrupción si seguimos apoyando bandidos, matones, violadores y tramposos, como si hacerlo estuviera bien, como si esta acción fuera adecuada para tener una sociedad mejor, como si este fuera el mejor ejemplo para darle a nuestros hijos.
Apoyar a un corrupto, es ser corrupto; defender a un asesino, es propiciar más muertes; hacernos los locos con un violador, es bendecir un acto absolutamente criminal y fomentar que otras mujeres sufran esta terrible afrenta. Decir, como lo sugirió un ´alcalde´, que está bien recibirles tamales a los políticos, es absurdo, y estar de acuerdo con la consigna de que “está bien que roben, pero que hagan algo”, es sellar nuestra desgracia.
Si queremos acabar con la corrupción, a los primeros corruptos que tenemos que devolver al buen camino, es a nosotros mismos. Ya se vienen las elecciones a congreso y nosotros, usted, amable lector, y yo, estaremos solos en el cubículo definiendo el futuro de la patria y el de nuestras familias. Allí, en ese lugar y en esos instantes, sabremos, sin ninguna duda, cuál es nuestra conciencia social y cuál es nuestro real compromiso con la vida. ¡No habrá corruptos si no votamos por ellos!
P.D. Si usted no está seguro de por quién votar, puede tomar en consideración el siguiente mensaje que me llegó vía Twitter: “Que un candidato tenga en su contra al Cartel de la Toga, a los de Reficar, a Uribe, a Vargas Lleras, a La Gata, a Popeye, a Ordóñez, a Pastrana, a Santos, a RCN, a los Ñoños-Musas, a los bancos y a las Bracrim, ya es un fundamento de peso para darle su voto.”
Bucaramanga, febrero 23 de 2018
Este análisis debe replicarse después del 4 de marzo
Quienes confían en su clientela están haciendo su papel. ¿A Quién le corresponde la otra parte? desde luego que a la ciudadanía que no quiere volver a verlos ocupando tan miserablemente las curules que compran de manos de una clientela que consciente e inescrupulosamente les vende. Entonces ¿Qué está pasando? O que la clientela vendedora de su consciencia es mayoritaria o que a las mayorías no les importa erguirse dignamente y prefieren rumiar su aberrante omisión deplorando durante toda la vida la suerte de un país que día tras día cae más bajo. El voto en blanco y la abstención dentro de la ineficacia legal en que nos debatimos para frenar el clientelismo político basado en el trueque electoral en sus infinitas formas se convierte en sus mejores aliados. Nunca iremos a tener un congreso de ángeles pero por lo menos debemos luchar por conseguir un congreso respetable. Ahora, Si el congreso sigue perdiendo su estatus de foro democrático, para seguir fermentándose como la alcantarilla que siempre ha sido, es porque los mecanismos democráticos han sido ajenos a las bases de la democracia y por lo tanto hoy estamos por fin sintiendo y seguramente apenas empezando a sentir nuestro enajenamiento civil frete a una democracia perfilada hacia fines tozudamente engañosos.